La emigración y sus museos

Monumento a la madre del emigrante en Gijón

Los testimonios de los emigrantes siempre me han fascinado: por su audacia de abandonar el territorio conocido, el país, la familia. Por razones apremiantes: de supervivencia ante el hambre, la persecución política, la guerra o, no tanto: la búsqueda de fortuna, el aprendizaje.

Años atrás trabajé con mi alumnado la experiencia y las historias de emigración a través de Ellis Island en Nueva York, el punto de llegada de 25 millones de emigrantes a Estados Unidos entre 1892 y 1924.

Aquí podéis ver un documental sobre Ellis Island.

Emigrantes llegando a Ellis Island en 1911 Foto: Flickr

No he conseguido encontrar el material original que usé entonces -impactantes historias de abuelitos explicando la historia de su vida y qué representó para ellos llegar a este lugar de filtrado y acogida en el Nuevo Mundo pero aquí tenéis la web del museo


He recordado sus historias al visitar otro museo de emigración en Europa. Está en Hamburgo, la segunda ciudad más importante de Alemania. Entre 1850 y 1934, cinco millones de personas partieron desde Hamburgo como emigrantes.

El museo se llama BallinStadt y consistió en un pueblo de emigrantes (Auswandererhallen) construido expresamente para albergar temporalmente a quienes llegaban de Alemania y de diversos países, sobre todo del Este de Europa para emigrar a otros continentes, especialmente América, pero también Australia o África.

Ballinstadt. Foto de Flickr


BallinStadt se llamó así por el hombre de negocios que lo mandó construir a principios del siglo XX, Alfred Ballin, desde su posición de director de la más importante naviera de entonces, HAPAG.

BallinStadt llegó a albergar a cinco mil personas diariamente, en dormitorios de hasta cuarenta camas. Constaba de casas-dormitorio, una casa comedor-cocina diferenciada para cristianos y judíos -es decir, que elaboraban comida kosher (¿qué es comida kosher?), una iglesia, una mezquita, una sala de desinfección, un hospital y dos hoteles (Nord y Süd) para quienes podían permitirse alojarse en dormitorios de solo cuatro personas.

Para entrar en BallinStadt había que tener un pasaje para embarcar, un pasaporte en regla y una cantidad de dinero suficiente.

Foto Flickr

El Museo consiste en solo tres enormes edificios de los que había en total. Está organizado de manera que el visitante experimente en lo posible el entorno de un emigrante desde la espera en Hamburgo (casa 1), al embarque y la llegada a su destino (casa 2). En la casa 3 hay alguna reconstrucción, fotos del aspecto original y documentos de Ballinstadt.

Me impresionaron las historias de cómo algunos malhechores intermediarios de agencias de embarque y aduanas intentaban embaucar a pasajeros y especialmente pasajeras. Siempre hay quien quiere aprovecharse de quienes están en situación de mayor debilidad, como quienes hoy intentan engañar a gente en busca de empleo, de una manera despreciable.

Si vais a Hamburgo, no os perdáis este museo.

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